miércoles, 1 de agosto de 2012

AGRADECIMIENTO MORTAL...



Oh! Amada, dulce, conocida e increíble muerte, extrañada, añorada, deseable, transparente pero breve cariño, hoy te he visto, te he sentido, hoy tu presencia inundo mi vida, de la forma más hermosa, de la manera más añorada, te sentí, te disfrute, te vi, con todo eso no pude si no agradecer porque estés en mi camino de una forma tan grata, tan frecuente, tan insinuante.

La leve manera en que te presentas, haciendo gala de tu mejor semblante, esta manera que me hace sentir uno de los favoritos de tu presencia, que me hace saber que eres mi compañera perpetua en este viaje, que siempre estas a una distancia prudente, pero constantemente cerca de mí.

Me gusta, lo disfruto, atesoro, esta dulce manera en que te siento; muchos podrían observar o catalogar de aberrante lo que digo, ellos no tienen idea de lo que hablo, pues para sus tristes existencias, para sus pequeños y básicos caminares, jamás te presentaras de esa manera pura que me hace adorarte, si en algún pobre caso se acercan, yo sé con total certeza, que no te han sentido como yo, que en definitiva, no saben que en el más fuerte de sus estados, es cuando se te alcanza a ver de manera más plena, pero sobre todo a agradecerte.

Ellos jamás sabrán el verdadero significado de cómo se te llama en otros lugares, lejanos, ajenos, pero sobre todo prohibidos, no lo sabrán porque aun en esos lugares, a aquellos que hoy habitan ahí, se les ha olvidado en gran medida el verdadero significado de esa bella notación.

Me alegra conocerte como te conozco, me alegra el que puedas revelarte con esa vestidura que no tiene que ver con la temporalidad, ante mí, me alegra verte de esa manera animosa, juguetona, pero ante todo la más reservada, la más secreta de tus formas. Más que alegrarme le tengo afecto, sincero eterno y perpetuo afecto a esa forma tuya, a esa selecta manera de presentarte que me hace saber elegido, querido, correcto.

Sí, todos te conocerán en tu forma más cruda, en la forma que ellos temen y nosotros vemos con un poco de cosquilleo, curiosidad, incertidumbre, esperanza y jubilo, esa misma forma que ellos ven con amargura, miedo, tristeza o rabia. Si todos te conocen en esa forma, pero hoy sabes que yo me refiero a tu otra investidura a aquella que si bien puede ser más constante, es más extraña o ajena al mundo, aquella que nosotros podemos hacer cotidiana, convidándote a hacer de nuestras vidas algo más hermoso, a compartir y departir a nuestro lado.

Si tú sabes que esa forma tiene dos vertientes, dos matices, la propia y la ajena, la sádica y la masoquista, la blanca y la roja… A ella me refiero, a ti en tu forma dulce, a ti en tu forma tierna pero arrasante, bella pero llena de arrebatos, a ti en tu hermosa forma juguetona a ti, como: la pequeña muerte.

Tu forma roja es la parte sádica del asunto, se presenta aun en el sublime disfrute de la muerte ajena, en la endorfina que explota al matar a alguien indigno, al deshacernos de los que quieren destruirnos para fines simples, para saciar impulsos pobres, para llenar básicos y miserables apetitos; se presenta en el disfrute de subyugar, de vencer, de salir triunfante, de saber que te has honrado a ti y a los tuyos; se presenta en el obtener el deseo de la forma más obscura, en el transformar una negativa en una súplica en el convertir una pasión en una oda interminable de placer ajeno.

Tu parte blanca es aquella que se alcanza después de un sinfín de placeres, es aquella que nos pone en un dulcísimo riesgo, es aquella que nos hace adorarte, y amar a aquellas personas capaces de acercarnos a ti en esa faceta, es un deleite, es una deseable perdición, un indecente placer, es la faceta máxima de un masoquista del deseo, de un masoquista del placer, solo de aquellos que les gusta alcanzar niveles tan grandes que hacen que el placer duela bellamente, que te hace proclive primero a la adicción y finalmente te vuelve un adicto asiduo de un cuerpo.

Si hoy te estoy agradeciendo infinitamente, hoy te escribo, con afán de dejar un atisbo del agradecimiento que siento hacia ti, oh! Pequeña muerte, gracias por dejarme conocerte, gracias por dejarme ser… de tus favoritos.

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